Una de las primeras cosas a tener en cuenta, es que el polvo es uno de nuestros grandes enemigos. Su acumulación puede provocar que la piel se reseque y, por lo tanto, pueden aparecer grietas que acaben con ella.

Para evitarlo, conviene que pasemos con regularidad un paño suave y limpio, no permitiendo que transcurran más de dos meses entre cada limpieza.

Otra cuestión con la que debemos ser especialmente cuidadosos es el impacto del agua en la piel. Hay que evitar la exposición de la piel a la lluvia, y en caso de que llegue a mojarse nuestra ropa de cuero, debemos retirar cuanto antes los restos de agua con un paño suave y limpio.

Si pensamos dejar de usar nuestros artículos de piel durante un tiempo, hay que elegir con especial cuidado el lugar donde los depositaremos. La ubicación ideal sería aquella en la que no se vieran expuestos a la humedad, que sea un lugar fresco, y nunca en bolsas de plástico, ya que esto podría favorecer la aparición de bacterias y de moho; en todo caso, deberíamos depositar la ropa de cuero en bolsas perforadas que permitan la transpiración. También deberíamos usar papel no ácido para mantener la forma del artículo (como en el caso de bolsos, mangas de chaquetas, monederos); de esta forma la piel no se deformará ni se arrugará.

Si elegimos un producto para conservar la suavidad natural del cuero, debemos tener en cuenta que estos acondicionadores no deben en ningún caso contener petróleo, cera o silicona, porque dichos componentes obstruyen los poros, y como consecuencia de ello la piel se endurece y se vuelve más frágil. También tendremos en cuenta que los productos no han de aplicarse directamente: siempre nos serviremos de un paño limpio y seco. En caso de no disponer de un acondicionador especial para el cuero, tenemos la opción de recurrir a las cremas hidratantes, que también nos ayudarán a mantener nuestros artículos en óptimas condiciones.

Si seguimos estos consejos, conseguiremos que nuestra ropa y complementos de cuero luzcan siempre como nuevos. 

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